Caen ruidosas sobre el techo acristalado, gotas grandes
y veloces. Hace un segundo casi lucía el sol entre la niebla alta.
De pronto se empezaron a oír truenos, primero lejanos y suaves, poco
a poco aumentaban en instensidad y frecuencia. De pronto, un instante
de silencio y apareció la lluvia. Y el estruendo aumentó
rápidamente, hasta convertiste en un repiquetear furioso contra el
cristal. Y aquí estamos ahora, sentados en el sillón del
invernadero, mirando arriba, al cielo, a la lluvia, cayendo
rápidamente desde muy arriba hasta estrellarse, a escasos metros
sobre nuestra cabeza, contra el cristal. La vida de una gota: “Esto
va muy rápido, demasiado rápido, hay algo muy grande que se acerca
hacia mí a mucha velocidad, esto va a doler, fin.” El ruido
aumenta y disminuye aleatoriamente; ahora más gotas, ahora menos;
ahora más grandes, ahora menos; y aquí seguimos, sentados bajo los
cristales, por los cuales ya corre agua a raudales, pequeños ríos
que bajan tomando diferentes caminos, hasta caer al canalón, más
abajo, donde se agrupan. Aquí estamos, bajo la lluvia.
White letters on dark pages
Oscuridad
La noche
solo es oscura si cierras los ojos. Y últimamente siempre tenemos
los ojos cerrados. Ya no vemos las estrellas, ya no dejamos que
nuestra mente viaje. Nos apagamos en la rutina de ser máquinas. Ayer
aún nos parábamos a pensar en el sentido de todo esto. Hoy asumimos
que lo único que tiene sentido es no pensar en sinsentidos y actuar
dentro del patrón. Sin diferir y sin ser personas. Mañana ya no
quedará nada. Si aún hubiera alguien mirando al cielo, solo vería
oscuridad. La esperanza se apaga con la rendición de la sociedad.
El niño
Cierra los ojos y su mundo despierta. La luz siempre brilla más alegre aquí, el aire es más fácil de respirar y las palabras salen sin dificultad, limpias.
Escucha los latidos de su corazón, que va reduciendo el ritmo, el ajetreo ya ha quedado atrás. Aquí todo avanza más despacio, hay más tiempo para percibir el ambiente, para pensar y actuar en consecuencia. No es como allí, allí todo es correr, todo es enfrentarse a decisiones sin apenas tiempo para pensar. Siempre te quedas atrás, pierdes el ritmo y la vida se te escapa. Y, por si fuera poco, parece que todo el mundo se pone en tu contra. Por si no fuera suficientemente fácil quedarse atrás, te ponen obstáculos.
Cada día que pasa es una batalla, y cada noche, el respiro. Pero todo eso ya no tiene importancia -hasta mañana- toca disfrutar del descanso. Cerrar los ojos y disfrutar la vida.
Escucha los latidos de su corazón, que va reduciendo el ritmo, el ajetreo ya ha quedado atrás. Aquí todo avanza más despacio, hay más tiempo para percibir el ambiente, para pensar y actuar en consecuencia. No es como allí, allí todo es correr, todo es enfrentarse a decisiones sin apenas tiempo para pensar. Siempre te quedas atrás, pierdes el ritmo y la vida se te escapa. Y, por si fuera poco, parece que todo el mundo se pone en tu contra. Por si no fuera suficientemente fácil quedarse atrás, te ponen obstáculos.
Cada día que pasa es una batalla, y cada noche, el respiro. Pero todo eso ya no tiene importancia -hasta mañana- toca disfrutar del descanso. Cerrar los ojos y disfrutar la vida.
Cobardía
Los árboles, verdes de musgo,
comienzan a dorar sus hojas para que estas sean un cálido manto que cubra la
tierra en invierno. Junto a estos árboles ascendía yo, sin destino definido,
dejándome llevar, paso a paso, veía estos árboles, pero mi mente estaba a miles
de kilómetros, viajando por el tiempo. Jamás fui capaz de dejar atrás el
pasado, aquellos años de juventud en que siempre estaba buscando algo,
esperando que algo sucediese. Ahora, tras todo lo sucedido, siento que quizás
debiera haber pensado menos y vivido más. Los momentos se escapaban de mis
manos por temor a vivirlos. Jamás disfruté lo que la vida me ofrecía porque
centraba mi mente en esperar otra cosa, algo que nunca llegaba, o que, una vez
llegaba, no era como yo esperaba.
Llegué a la cima de una pequeña
colina, llevaba años sin pasar por allí, miles de recuerdos me invadieron,
empecé a sentir angustia, el pasado volvía a la caza. Cuántas veces había
jugado en ese prado, junto a aquella charca. Cierto que el lugar había
cambiado, la naturaleza se había ido apoderando de lo que nadie se había
esforzado por mantener, pero el lugar aún conservaba su aura, se apreciaban las
piedras ocultas entre la hierba, a modo de butacas. También los arbustos de
zarzas, ahora mucho más grandes, salvajes y cargados de enormes moras.
Me acerqué a la charca, el agua
seguía siendo cristalina y se podía ver el fondo de lodo, tanta calma y
limpieza, era consciente de que el más mínimo movimiento enturbiaría el
momento. Respiré hondo, miré a mi alrededor y empecé a ver el pasado. Mi
hermano bañándose en la charca, mi hermana leyendo sobre una de las piedras con
la divinidad de una diosa, controlándonos de vez en cuando. Yo aparecí por
donde siempre aparecía, entre dos zarzales con las manos llenas de jugo de mora
mezclado con la sangre de las heridas que me hacía recogiéndolas. Las comisuras
de los labios de color morado y una sonrisa pícara en el rostro.
Aquellos eran los años felices, antes de crecer y empezar a pensar, entonces pasé a ocupar el lugar de mi hermana, controlando que no hubiese peligro, siendo consciente de que la vida es riesgo, de que constantemente hay peligros que nos acechan, haciéndonos retirarnos. Soy un cobarde, desde que fui consciente de ello lo acepté y viví con el hecho. Ahora sigo siéndolo, pero ser consciente de cuánto daño me hizo serlo no me fuerza a intentar cambiar. Un quejica, protesto por lo que no me gusta, pero no me esfuerzo por cambiarlo. Sigo siendo el mismo niño que lloraba junto a la charca cuando algo no iba a su gusto.
Ahora mi vida llega a su fin y sólo me quedan remordimientos, debería haber aprovechado más mis días, sin embargo, me limito a dejarme morir, aceptar lo que tengo y esperar a lo que vendrá, nunca luchando por vivir el momento. Me doy la vuelta y regreso a casa, al amparo de la cobardía.
Separate ways.
Verde hierba sobre ligeras
colinas, brisa fresca aliviando el calor. Sentados bajo la sombra, ambos
mirando hacia la distancia, cada uno viendo una vida. Dos personas tan cercanas
en el espacio, pero tan lejanas en su mente. Habían discutido, una larga discusión,
ya ni recordaban el motivo, una discusión necesaria, mucho tiempo había pasado
en el cual habían ido acumulando pequeños problemas. Esta mañana había sido el
momento de estallar, ambos se enzarzaron en la discusión, alejándose del mundo,
sumergiéndose en el universo que es su relación. Tras largas horas con
argumentos, cada cual más complejo y menos necesario, se habían vaciado, todo
lo que creían se había derrumbado en pequeños fragmentos, tocaba decidir si
querían construir una nueva fortaleza a partir de los fragmentos esparcidos o
separarse y buscar nuevos materiales para forjar algo distinto, algo sin ellos.
Cada uno veía una imagen
en el paisaje que tenían frente a ellos. ¿Volver la vista atrás e intentar
reconstruir los buenos momentos?¿Mirar a otro lado y huir hacia otro futuro?
Nada nunca es fácil, si fuese fácil sería aburrido, pero él se ha cansado de
tanta diversión, busca tranquilidad, se plantea si proseguir solo le podría
traer cierta calma, cierta libertad, o si el recuerdo de ella le perseguiría,
le recordaría cada motivo para sonreír. ¿Soledad, libertad?¿Compañía,
responsabilidad? ¿Iban estas palabras unidas? ¿Merecía la pena compartir la
vida con alguien? Claro que lo merecía, pero ¿era ella?
Se gira, la mira y ve su
mirada perdida en la distancia, una expresión triste, triste pero determinada,
ya ha tomado una decisión, sabe que desea liberarse, él no necesita palabras,
la rodea con un brazo, ella apoya la cabeza en su hombro, suspira, sabe que él
también lo ha comprendido. Ambos se sienten tranquilos, han llegado a la misma
conclusión, tristes y alegres. Saben que en un futuro estarán bien, pero el
presente es duro, ahora toca separar las vidas que durante tantos años han
compartido. Pocos son los detalles que no llevan la marca del otro.
Meditabus
Es curioso que normalmente nunca consigo escribir nada, escribo mucho, claro, el chat se ha vuelto parte de nuestro día a día, pero cuando intento 'crear' algo, parece que no hay inspiración, no la hay nunca, excepto cuando viajo en autobús, entonces las palabras surgen sin control, ¿será el movimiento?¿será el no tener nada que hacer más que pensar? Me gustan los autobuses, sobre todo en viajes largos, viajes en los que tienes tiempo para dormir, escuchar, leer, mirar, ver, oír.
Así como los chats se han vuelto parte de mi vida, también lo ha hecho la música, pocas veces comparto silencio, ahora mismo suena Dream Theater, fuera llueve, es de noche, las luces del autobús están encendidas, fuera se ven los reflejos de las farolas en el asfalto mojado, todo muy propio de una película dramática; estoy contento.
Just smile.
It’s
getting late, let’s go home. Don’t look to the sky, you won’t see any stars,
just walk along the streets, let your feet take you to the only place where
your tears can rest. Tomorrow is a new day, a new day in the same world, try to
smile, even if you want to cry, try to cry when you feel prisoned, try to
escape from all this troubles, escape, let’s run through the fields, look for a
place, a place you can call home.
In a
strange way it’s beautiful, I’m used to another kind of landscape, but this
city also has his charm.
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